La Biblia es, sin ningún género de dudas, uno de los más ricos tesoros de la literatura universal de todos los tiempos. Nadie mínimamente informado podría negar la evidencia del gran tesoro cultural encerrado en esta colección de antiguos escritos judeo-cristianos, que alternan la narrativa histórica con los códigos legales, las normas de conducta con la delicada belleza de la lírica hebrea, los discursos didácticos o morales con la interpretación de sueños y visiones.
Sin embargo, el valor principal de la Biblia no consiste en razones estéticas ni en motivo alguno de índole cultural, sino en su contenido esencialmente religioso, que hace de ella el libro sagrado por excelencia, tanto para el pueblo de Israel en particular como para el mundo cristiano en general. Porque todo en la Biblia está ordenado a revelar que Dios, autor de la vida y de cuanto existe, no es un ser inaccesible, oculto en la hondura de su divinidad y ajeno a los problemáticos planteamientos de la historia del ser humano, sino un Padre amoroso y perdonador, que se acerca a las personas para liberarlas de sus propias faltas y errores.
Biblia es una palabra griega que significa propiamente “libritos”. De ahí que se le haya dado el título de Biblia, a la colección de pequeños libros que, aun cuando diversos en origen, extensión y contenido, se hallan esencialmente unidos por el significado religioso que tienen para el pueblo de Israel y para todo el mundo cristiano: unidad y diversidad que no se oponen entre sí, sino que se complementan para darle a la Biblia su especialísimo carácter.
Desde tiempos remotos, este libro sin igual ha sido conocido con diferentes designaciones. Así, los judíos, para quienes la Biblia solo consta de la parte que los cristianos conocen como el Antiguo Testamento, se refieren a ella como Ley, Profetas y Escritos (Lucas 24.44), términos representativos de cada uno de los bloques en que, para el judaísmo, se divide el texto bíblico trasmitido en lengua hebrea:
(a) Ley (heb. torah), que comprende los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio
(b) Profetas (heb. nebiim), agrupados en:
Profetas anteriores: Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes;
Profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías
(c) Escritos (heb. ketubim): Job, Salmos, Proverbios, Rut, Cantar de los Cantares, Eclesiastés, Lamentaciones, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías, 1 y 2 Crónicas El referido título, Ley, Profetas y Escritos, aparece reducido en ocasiones a la Ley y los Profetas (Mateo 5.17) o, de modo aún más sencillo, a la Ley ( Juan 10.34).
En el cristianismo, con la incorporación de los libros del Nuevo Testamento y justamente a partir de la manera en que allí se citan los del Antiguo, es común referirse a la Biblia como las Sagradas Escrituras o, de forma alternativa, como la Sagrada Escritura, las Escrituras o la Escritura (Mateo 21.42; Juan 5.39; Ro 1.2). Frecuentemente, con esta última y más breve designación se hace referencia a algún pasaje bíblico concreto (Marcos 12.10; Juan 19.24).
Las locuciones Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, en su sentido de títulos respectivos de la primera y la segunda parte de la Biblia, comenzaron a utilizarse entre los cristianos de fines del s. II d.C. sobre la base de textos como 2 Corintios 3.14. La palabra “testamento” representa aquí la alianza o pacto que Dios establece con su pueblo: en primer lugar, el pacto con Israel (Exodo 24.8; Salmos 106.45); luego, el nuevo pacto anunciado por los profetas y sellado con la sangre de Jesucristo (Jeremías 31.31–34; Mateo 26.28; Hebreos 10.29).
Clasificación de los libros de la Biblia
Los libros de la Biblia no se han clasificado siempre en el mismo orden. Aun en la actualidad aparecen dispuestos de distintas maneras, siguiendo para ello los criterios sustentados a este respecto por diferentes tradiciones.
La versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, en todas sus ediciones, se ha sujetado a la norma de ordenar los libros de acuerdo con su carácter y contenido, en la forma siguiente:
Antiguo Testamento
(a) Literatura histórico-narrativa: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, Ester
(b) Literatura poética y sapiencial (o de sabiduría): Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares
(c) Literatura profética:
Profetas mayores: Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel
Profetas menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías.
Nuevo Testamento
(a) Literatura histórico-narrativa:
Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas, Juan
Hechos de los Apóstoles
(b) Literatura epistolar:
Epístolas paulinas: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, Filemón
Epístola a los Hebreos
Epístolas universales: Santiago, 1 y 2 Pedro, 1,2 y 3 Juan, Judas(c) Literatura apocalíptica: Apocalipsis (o Revelación) de San Juan